14 junio, 2006

William Blake / Dead Man by Wakan

Blake, el poeta, era un visionario, un místico y un reivindicador de lo instintivo como fuente espiritual, como nuestro lado más puro. Esas ideas tan radicales sobre el sexo le hacen único y discordante, no sólo en su época sino también en la actual, dado que a pesar de que ahora se acepte o se aliente lo sexual no va acompañado de ese aspecto espiritual y profundo con el que lo veía Blake. Su visión es justo la opuesta a la religión cristiana (y otras...): el sexo, lo instintivo en general es el bien y su represión y satanización es el mal. Sus versos son simbólicos, potentes, llenos de imágenes y de ideas sorprendentes, con sugerencia alargada y aire legendario. Cuando las leyendas son la esencia de la historia, su punto más auténtico. Por ejemplo estas líneas de “el matrimonio del cielo y el infierno”: “Sin contrarios no hay progreso. Atracción y repulsión, Razón y Energía, Amor y Odio son necesarios a la existencia humana... 1 El hombre no tiene un cuerpo distinto de su alma; el así llamado cuerpo es una porción del alma que los cinco sentidos, principales antenas del alma, perciben./ 2 Sólo la energía es Vida y procede del cuerpo; la razón no es más que el confín o circunferencia exterior a la energía./ 3 La energía es la delicia eterna... El elemento represivo o razón usurpa el lugar del deseo y se constituye en guía de quien no acierta a querer... La historia de esto se halla escrita en el paraíso perdido, donde el Tirano, o sea la Razón, se llama Mesías”. Y de “Proverbios infernales”: “El camino del exceso conduce a la sabiduría... La prudencia es una rica, fea y vieja solterona cortejada por la impotencia. Aquel que desea pero no obra, cría pestilencia... Jamás se convertirá en estrella aquel cuyo rostro no irradie luz”.

Melodia de afilador


Melodia de afilador

Al principio no fue Dios. Ni tampoco el Verbo, ni la imagen de los dioses, ni el fuego. La humanidad surgió del filo de un cuchillo. Nació en un filo de sílex, en una lasca de piedra viva o en una simple caña rota: allí encontró la humanidad su identidad primera. El primer paso hacia la luz de ese animal que llamamos hombre lo dio con sus manos. En el brillo solar de una hoja viva se le apareció la medida de todas las cosas, como en un encantamiento. Aquella fue su primera imagen de dios.

Así descubrió su medida en el mundo, la primera unidad; la que definía su lugar en la Tierra. La unidad obtenida a partir de lo infinito, del Todo. El Todo quedaba a partir de entonces dividido en partes o por la mitad. Todas las partes que componen lo inalcanzabable y lo minúsculo. La esencia de la divinidad. El cuchillo-dios fue arma y herramienta. Instrumento divino que lo diferenció para siempre de los otros animales.

El cuchillo abrió su mente a la luz cuando vivía sumido en el miedo y en la oscuridad. Extraña lobotomía que abría su mente en vez de cercenarla: ahora el lobo lo temía. El cuchillo marcó el fin de la hegemonía ejercida durante millones de lunas por otros animales más feroces que él. Y las otras fieras vieron aparecer un enemigo formidable en aquel mono bípedo que les podía hacer frente con mayores garantías que cuando se les enfrentaba armado con palos y piedras; porque desde aquel instante, con aquella unidad de medida – esa primera noción de la divinidad- que le confería el cuchillo tenía en sus manos el poder de un dios. A partir de ese instante pudo atacar a las otras bestias ordenadamente. Y se apoderó de sus territorios y prosperó junto a los suyos en las riberas de codiciados cursos de agua. E imponía su supervivencia a costa de la supervivencia de otras fieras.

Pero no fue dios padre ni fueron dioses paganos quienes le dieron aquel primer cuchillo. Aquel presente fue un don caprichoso de la naturaleza, la única diosa que merece universal respeto. Rhea. Lilith. Abraxas. Isis. Shakti. La Tierra. La misma que dicta las leyes de la vida y la muerte. La que rige en eso que milenos después aquel mono desnudo llamó amor.

En las religiones monoteístas no puede entenderse la divinidad sin referentes morales, pero para el dios Cuchillo no había espacio para el Bien y el Mal, entre el Bien y el Mal, porque entre el bien y el mal estaba su luz. El dios Cuchillo da la vida y trae la muerte. El dios Cuchillo llegó al hombre de la mano de Chaitán, el ángel dioscuro, emisario de la Gran Diosa Madre. El gran Pan de los primeros aqueos. Ellos lo representaban como un demonio de patas caprinas. Demiurgo: mitad hombre y mitad animal. El músico poeta. El peregrino equidistante entre el Bien y del Mal y muy por encima de ambos. La idea del bien y del mal llegó mucho tiempo después, para justificar las abominables acciones u omisiones de los sacerdotes judeocristianos y sus amos guerreros. Los mismos que con el tiempo llamaron Satán al ángel oscuro. Y Satanás. Y Luzbel. Y Lucifer. O también Lilith en su primera encarnación femenina a la Gran Diosa oscura. También le nombraron Abraxas, el hermafrodita. Padre y madre a la vez del árbol de la ciencia y de la serpiente que lo habitaba. Este mito fundacional que todas las religiones indoeuropeas han evocado -precediendo la llegada de los crueles dioses patriarcales y asociado al Mal- era un simple cuchillo. El cuchillo que corta, el instrumento que dio al hombre la primera medida de todas las cosas. El mensajero de la vida y de la muerte. Juez último del amor, verdugo del llanto. Un orden divino, por humano, nacido de las tinieblas del Caos. La primera Ley que aún hoy rige el destino de los hombres se implantó y floreció sobre la muerte de otros seres vivos, animales y vegetales. Sobre la muerte de otros humanos: menos inteligentes, menos crueles, más inseguros. Una fuerza secreta e incontenible que extendió sobre la Tierra un nuevo orden dioscuro: el mismo orden que aún hoy nos gobierna. Matar o morir: el dilema ancestral.

Que nadie se extrañe ya del éxito de los fascismos durante el desquiciado siglo XX de nuestra era; durante los tiempos modernos regidos desde el simulacro: en el fascismo, en el nazismo subyacen los orígenes del dios Cuchillo. La identidad profunda que hizo de la bestia un humano. Del único, del otro yo, por encima del bien y del mal. Nada de ‘banalidad del mal’ ni monsergas edulcorantes. Heidegger se sometió con toda su inteligencia a la llamada del dios oscuro. El escepticismo visceral de Céline también cayó en la atracción este abismo. La altivez Jünger, al igual que el misticismo de Otto Rhan, hierofante contemporáneo de la búsqueda del Grial, que se suicidó –o fue suicidado- cuando descubrió que también él había contribuido a liberar la bestia. En la ceremonia de incorporación a las SS, los elegidos recibían la daga sagrada, decorada con el águila y la cruz gamada. No es casual que el irresistible ascenso de Hitler tuviera su punto álgido en ‘La noche de los cuchillos largos’. Como punto sin retorno inmediatamente posterior a la noche de ‘los cristales rotos’, equivalente del paso del Rubicón para Julio César y de la ‘noche triste’ para Hernán Cortés. Aquello se tradujo en el exterminio de los correligionarios nazis más feroces y menos crueles, más pobres y menos puros. El cuchillo liquidó a los escrupulosos; los puso en su sitio. Una vez más. la bestia se manifestó con el brutal sacrificio de la inocencia, una constante de todas las religiones occidentales. Con el ritual del sacrificio. La ceremonia constante, de Abraham a la última santa misa oficiada en la parroquia de tu barrio, pasando por los mayas y los cartagineses. Al fin y al cabo, los fascismos no eran sino una invocación telúrica colectiva, una sugestión generalizada que desembocó en la materialización inhumana de olvidados instintos animales; en la encarnación colectiva de miedos latentes que afloran en momentos de desgobierno y caos. En el auge de los fascismos no cabe sino interpretar una vuelta monstruosa a lo natural. El lobo caza al cervatillo. La leona devora la gacela. El imperio aplasta a las tribus dispersas, aunque hubiera más guerreros galos combatiendo en Alesia que legionarios romanos en formación. El cruel destroza al iluso. El perverso al ingenuo. El cazador cobra la presa. Que a nadie le escandalice esta realidad natural: forma parte de nuestra identidad profunda, vestigio olvidado de la bestia que fuimos y aun somos.

En la hora de su nacimiento, al cuchillo lo apadrinó la atracción de lo oscuro. Lo oscuro que hay en todo lo que permanece oculto en el interior de la naturaleza. El dios Cuchillo le explicó al primer hombre que, para llegar al filo de lo infinito, para acercarse a la Luz, al reino de Aquel que todo lo abre, tendría que aprender a separar, pulir, romper, astillar, raspar, quemar y desgajar el alma de las cosas, de la materia. De los vegetales y de las bestias. De otros humanos rivales. Combatir, vencer y matar. Después, culminadas estas premisas, tendría que aprender a repartir con sus semejantes, sus iguales, a sumar mediante la división. El origen de nuestra civilización es un cuchillo que corta. Si los símbolos expresan realidades ocultas, no es casual que a la justicia de los hombres se la represente como una cariátide soportando una balanza y sujetando una espada. Con los ojos vendados pero sosteniendo un cuchillo largo. El cuchillo es la medida última del rasero que a nos hace a todos iguales ante la Ley.
De hecho, el dios oscuro ha marcado siempre el principio y el fin de las eras que ha conocido la humanidad: El origen y el fin de imperio romano se decidio en las hojas ensangrentadas de los guerreros. La caída de Bizancio y la conquista de América se concretaron en los filos de las espadas. La guillotina en Francia y la espada del verdugo en Inglaterra cercenando cuellos soberanos marcaron el inicio de la modernidad. No menos afiladas que la hoja de una guillotina eran las mentes que lograron cortar el átomo para que entráramos en la era actual. Los fedayin que estrellaron los aviones contra las torres gemelas iban armados con simples cuchillos afilados. Afilados como machetes que emplearon los hutus balamayanga para perpetrar el último gran genocidio que contemplamos impasibles desde Occidente.

Un millón de años antes, el dios Cuchillo le explicó al primer ser humano que en cada una de las partes estaba el Todo. El dios Cuchillo le transmitió sus primeros rudimentos matemáticos. Una lógica sangrienta de la supervivencia. Una astronomía singular en la que él sería el centro del universo. Su primera y cruel lección de física aplicada. Las claves de una biología demencial: gracias a él descubrió que sin piel no hay animal. Que sin el animal y sin la piel del animal, él y su tribu no podrían soportar los rigores del invierno, ni desalojar al oso de su caverna, ni podrían habitar enfundados en sus pieles curtidas el alma de las presas, para respetar el orden que emanaba del Todo. Ni acercarse camuflados a otras presas para darles muerte y poblar de humanos el mundo entero. El filo del cuchillo le enseñó a dominar la naturaleza, a ser consciente de su eterna mortalidad, a moverse en una dirección, en vez de limitarse a aullar a la luz de la Luna llena. El mensajero oscuro le enseñó a matar y a morir sabiendo que era inmortal.

Y así fue como pasó de presa a depredador aquel gran mono que aullaba a la Luna. Prosperó. Pequeñas diferencias que marcan grandes detalles. Una vez instalado en el territorio sagrado del dios Cuchillo, cuando fue consciente de que con la vida venía la muerte, se le aparecieron nuevas divinidades, que tardaron milenios en presentarse ante él. La lanza: el cuchillo vertical. Revolución circular del filo que se concentra en la punta donde se reúnen dos aristas que cortan. Lanzas que apuntan a las estrellas o al corazón del mamut y del león dientes de sable. El hacha, un cuchillo contundente de filo singular o dual que multiplica su corte con la fuerza del brazo. Símbolo fascista. Como sucede con la azagaya, antepasada del arco, que es lanza cuya punzada queda multiplicada por la extensión del brazo y el hombro. Símbolo falangista cuando viene acompañado de la opresión, que simboliza el yugo. El martillo, el anticuchillo, que concentra en un plano lo que aquél divide. Símbolo comunista acompañado de la hoz, hermana menor de la guadaña, el símbolo de la muerte. El arpón: cuchillo vertical que no tiene vuelta atrás, porque entra y ya no sale por donde entró. El anzuelo, versión paciente y a escala reducida del anterior. El arco y la flecha, inseparables y complementarios; síntesis de azagaya y lanza, pues ese pequeño cuchillo dual, que es la flecha, se clava cortando, desgarrando. La sierra, un cuchillo dentado que corta por contumacia. El buril, cuchillo que abre y vacía. El escoplo, el cuchillo de esculpir. La cuña, el cuchillo en simbiosis con el martillo. La barrena y el berbiquí, cuchillos circulares que perforan la materia en un rito espiral. La tenaza y la tijera, dos cuchillos articulados en torno a un eje fijo que permite multiplicar su poder mediante palanca.

Al amparo del dios cortante, la humanidad descubrió también el alfiler y la aguja; dioses menores encerrados en sí mismos y destinados a unir, siquiera provisionalmente, lo que el dios afilado cortó para siempre. Y el peine, que es un cuchillo invertido compuesto por muchas lanzas pequeñas dispuestas para cuidar de las cosas delicadas. Para separar el parásito del cabello, el excremento mórbido del humano inmortal y para diferenciar lo masculino de lo femenino. Primera encarnación simbólica del cáliz contrapuesto a la espada, ese cuchillo largo. Seguramente fuera femenino el ser humano que los descubrió y perfeccionó; hembra tenía que ser la que invirtiera los términos primordiales de aquel feroz dios primigenio, consagrado y venerado por el varón, si nos atenemos a los mitos fundacionales de las religiones indoeuropeas: Eva, Pandora, Fátima. Los generosos rasgos de la venus de Wilendorf no se entienden sin la aportación nutricional del dios cortante en la mano del cazador. La prosperidad basada en la complementariedad hombre-mujer y originada por la contraposición de ambos términos fue la segunda Ley natural que se derivó de aquel acuerdo entre los monos erguidos y su nuevo dios: la espada simboliza el falo y al sexo femenino le dedica la gente vulgar el calificativo de ‘raja’, pero también, entre los poetas más exquisitos, se habla de ‘herida luminosa’.

La entrada del dios cortante desencadenó inusitadas formas de relación entre homínidos. El cuchillo no sólo multiplicó su capacidad nutricional, también hizo posible el reparto de bienes entre el colectivo. Propició en él el habla, hija interior del cuchillo, fue el arma de doble filo que precipitó la entrada del hombre en el universo. Posibilitó la división de tareas. Poseer y compartir. Organizar una transhumancia ordenada. La mezcla de individuos de distintas latitudes, de distintas tribus. El primer mestizaje enriquecedor. El primer vestigio de conciencia de la propia mortalidad, un esbozo de religión. Las primeras ideas abstractas en el cerebro de una bestia. Ceremonias, entierros, chamanes, la aparición del estamento sacerdotal.

Y así fue como se despertó en el hombre la soberbia asociada a su nueva condición de elegido divino; y animado por el contrato silencioso sellado con este su primer dios, cometió su primer pecado: la soberbia. Sólo entonces el homo sapiens se atrevió a dar nombres a otros dioses. Con el cuchillo cortó ramas secas y pudo alimentar ascuas ardientes y dominar el fuego. Reunidos alrededor del fuego empezaron a dar nombres a las cosas y a los dioses que emanaban de las cosas. Acaso la chispa de pedernal que encendió las hojas secas circundantes surgiera durante la ceremonia de creación de una lasca de sílex. Antes, claro está, el homínido había aprendido a temer y obedecer al fuego, espíritu intratable, que todo lo devora. Que no dejaba sino muerte y destrucción a su paso pero que, como el filo, trae vida y calor al espacio humano. El dios del fuego vino del filo y habitó su mente, la iluminó.

Y de la idea conjugada con ese cuchillo interior nació el lenguaje hablado, antesala de la escritura, del verbo y de lo sagrado. El habla consiste, al fin y al cabo, en una penosa labor de corte especializado, ejercido mediante inspiraciones, proyecciones y cercenamientos sobre balbuceos, gruñidos y estertores animales. El habla es esa escultura fugaz producida mediante el empleo del aire necesario órganos concretos: domesticación del aire que respiramos. Melodía de afilador compuesta de fonemas silbantes y cortantes: estómago, garganta, dientes, lengua, paladar, nariz. Antes de la aparición de dios cortante el homínido balbuceaba, gritaba y aullaba. Gruñía con intención agresiva para atemorizar a sus semejantes. Pero sin herramientas, sin armas, sus manos le servían de poco frente a las garras de las fieras o la velocidad de las patas en los antílopes. El arma sagrada justificó para siempre su postura erguida. Le abrió las puertas al habla y al fuego, columnas centrales de la civilización.

El mito de Prometeo, tan querido de los anarquistas, es pura falacia. El fuego, llama sagrada, significa destrucción, aflicción de la forma. Entropía. Busquemos la fuente de la verdad en los mitos. El dios menor Proteo era poliforme. No tenía forma propia y podía adoptar cualquiera de ellas. Como la materia, como la energía, como los sueños. Para los cabalistas, la sílaba egoísta ‘me’ intercalada entre las dos sílabas del nombre de aquel dios menor, inaprensible, le conferiría identidad humana al mito titánico. No hubo titanes antes de que los hombres inventaran a los dioses: un simple hombre fue aquel titán. Prometeo: yo soy el que domina la forma. El cuchillo y no el fuego, dio forma humana al mundo animal, al mundo de las cosas, al mundo conocido. El hombre dominó el fuego afilando un cuchillo. Cualquier naúfrago os contará que la cosa más preciada que un humano aislado puede desear es un cuchillo. Un preso os dirá lo mismo. Los solitarios, los afligidos, los abandonados pueden hablar con conocimiento de causa de lo realmente necesario. Después vino el fuego. Fuego y cuchillo: los primeros dioses. Los que abrieron la caja de Pandora (las entrañas de la diosa Naturaleza) y permitieron al hombre domesticar el habla, y las bestias, y todo lo demás.

Y al dominar el fuego, se le aparecieron al hombre cosas maravillosas. La primera fue el cultivo de la tierra. Pues viendo como del terreno calcinado renacía la vida, los árboles y las frutas, quiso imitar al dios ardiente. Ser dios como él. Creó mundos. De las sombras que proyectaba el fuego domesticado –hijo del cuchillo- en la caverna se desprendió el primer simulacro. Un cinematógrafo primitivo, sombras chinescas. La República de Platón es, ante todo, simulacro. No es casual que los dragones de la virtud, los inquisidores, invocasen las virtudes del fuego purificador a la hora de quemar vivos a los herejes: sabían que, como ellos, el fuego miente, destruye, devasta, ignora, somete. Sobre la cruz se halla escrito el INRI: Ignis Natura Renovatur Integram (el fuego renueva a la naturaleza).

Y dominando el fuego y el cuchillo el humano se pudo establecer en un lugar preciso de la Tierra y cultivarla al amparo de los ciclos telúricos de la vida y la muerte. Y de ahí surgieron los primeros asentamientos, familias y tribus; casas y pueblos. Luego, con la agricultura y la ganadería, guerras territoriales mediante, prosperaron ciudades y reinos. Y los hombres descubrieron la rueda y la navegación para mejorar sus resultados en la guerra. Y de la guerra y de los saqueos, de la opresión y de la esclavitud, aparecieron los emporios comerciales. Y gracias al comercio se hizo más fácil y más breve –más económica- la guerra entre tribus y clanes. Entre pueblos y naciones. Entre tribus e imperios. Y las estacas se volvieron lanzas. Y los cuchillos, espadas. Y de las espadas, las abominables obras que conocemos y queremos olvidar. Invasiones, saqueos, violaciones, matanzas, esclavitud, terror y muertes. Oscuridad. Y con las primeras monedas, hechas con el mismo metal que posibilitaba la creación de armas afiladas y cortantes, de lanzas y espadas, pagaron los imperios a los primeros traidores.

Espadas. Los ‘Cuchillos largos’: así denominaban los indios americanos a los soldados azules que vinieron a exterminarlos para robarles la tierra. Un cuchillo largo sostiene en su mano el oficial al mando de un pelotón de fusilamiento, porque cuchillos largos son a fin de cuentas todas las espadas. Pues una espada, por mucha atracción que ejerza su imagen en las mentes masculinas e infantiles como sustituto del falo paterno, no es sino un cuchillo largo desprovisto de las cualidades industriales de éste: algo que sólo sirve para matar. O para imponer el temor que se deriva del miedo al dolor y a la muerte. Para infundir terror o también para la práctica deportiva, que es otra forma de locura comúnmente aceptada, incentivada, idolatrada desde tiempos antiguos. Las medallas deportivas recuerdan demasiado a las monedas que sirvieron para pagar a los traidores. Cuerpos sometidos al terror y a la muerte para una efímera gloria, por vanidad.

La espada no fue la última metamorfosis del cuchillo primigenio. También está la llave. ¿Qué es una llave sino un cuchillo que separa discrecionalmente lo que está dentro de lo que está fuera? Instrumento que corta lo exterior de lo interior y viceversa. No es casual que los ladrones denominen ‘espada’ a la ganzúa que les abre el camino hacia el cofre del burgués. Al igual que cortan y separan la ‘llaves del paraíso’ en las manos del gran padre blanco que vive en Roma. Que no es más que un cuchillo que delimita la línea que separa la Tierra del Reino de los Cielos. La ‘llave del paraíso’ custodiada por un santo varón que fue mortal, San Pedro. Que negó tres veces a Dios antes de convertirse en la piedra angular que sostiene la bóveda de la iglesia: ¿el guardián de la llave del Paraíso? un traidor, un renegado. Guardían del cuchillo gigantesco que separa a justos de pecadores, a fieles de infieles, a buenos de malos. Conviene que los humanos empiecen a leer entre líneas esas ‘sagradas escrituras’. Que descubran verdades entre sus versículos y sus dogmas, entre tantos silencios clamorosos y demasiadas parábolas confusas, las gigantescas mentiras expelidas por ese extraordinario instrumento de opresión y dolor, la iglesia católica, apostólica y romana. Estructura colosal de infringimiento y de muerte tan sólidamente edificada para beneficio de pérfidos por esclavos sumisos para solaz de poderosos por los siglos de los siglos. Amén.

Pero antes de ser todopoderoso y enviarlo a habitar los cielos o de hacerlo residir en las cosas que no comprendía, el primer dios de los hombres cabía en la palma de su mano. Imponía el respeto de sus iguales y le confería majestad, esa forma de divinidad terrena. Imposible imaginarnos a Tarzán sin cuchillo. Sí que podemos visualizarlo desprovisto de taparrabos. A fin de cuentas, el taparrabos es para el rey de los monos un accesorio prescindible, no así el cuchillo. La principal función del taparrabos no es la de ocultar los atributos viriles del Rey de los monos, sino la de sujetar su cuchillo, ostentoso atributo viril, y mantenerlo a su alcance, junto a su mano derecha y junto a su sexo, formando un trío invencible. Póquer de ases cuando la cabeza está coronada por la inteligencia. Los atributos del soberano son la corona y la espada.

El trono y el armiño son accesorios muy posteriores y su empleo denota decadencia, abulia y sedentarismo en la realeza: la corte de aduladores, el banquete de notables, el cobro de tributos a poblaciones sometidas, las chanzas del bufón. Los cuellos de los primeros monarcas se distinguían por su poderosa estructura capaz de sostener erguida la testa coronada, no por su envoltorio. Lo mismo que sus regias posaderas: sólidas, dispuestas a cabalgar y combatir al frente de sus iguales, primus inter pares. Sólo con la decadencia apareció el simulacro, la prótesis, la parafernalia. El cetro de los reyes es una simple prótesis divina. Simulacro patético del dedo de Dios Padre Todopoderoso, una vez superada la etapa de disuasión que le otorgara al soberano su espada, el cuchillo largo.

En el cuchillo están la luz, la flor y el alma pero nadie quiere deberle nada al ángel oscuro. Es éste otro tabú generalizado en la sociedad occidental y denota infinita ingratitud, perfidia, fariseísmo. Andy Warhol provoca escándalo en la sociedad bienpensante cuando exhibe y vende sus cuadros de cuchillos y pistolas, a muy buen precio, por cierto. Hay algo telúrico en el filo que nos angustia, porque nos han imbuido la idea de que somos hijos mortales del dios padre todopoderoso. No sucede lo mismo en Oriente. Los samuráis y los ninjas que tanta admiración suscitan en nuestros adolescentes veneran el filo de la espada como frontera que une y separa los dos mundos (los de la vida y de la muerte) y también como puerta de acceso a otros mundos sagrados, territorios reservados a la divinidad, al dios afilado.

Un cristo con los brazos en cruz, como una espada invertida, preside la ciudad donde se desarrolla la mayor parte de este relato. Visible desde todos los rincones de la ciudad, su omnipresencia contrasta con la clamorosa ausencia del verdadero protagonista de aquella escena: Satán, el ángel oscuro, al que se atribuyen las palabras de la tentación: Tibi Dabo (yo te daré).

Marzo de 2008 ©

04 mayo, 2006

John Lennon wrote

God is a concept for which we measure our pain.

john lennon

18 abril, 2006

big bang


Magnetic Sphere (audio by Karri O.) from flight404 on Vimeo
En el momento del Big Bang, el universo fue bañado con una luz que se desvaneció rápidamente. Pero con el final de las edades de oscuridad cósmica y al comenzar a brillar las primeras estrellas, el universo pasó a la edad de la iluminación.

16 abril, 2006

caos y la mitologia - (wikipedia)

Caos (mitología)

Para otros usos de este término, véase Caos.
Dioses de la mitología griega

Dioses primordiales:

En la mitología griega, el Caos o Khaos es el estado primitivo de existencia del que surgieron los primeros dioses. En griego es Χάος o Χάεος, que significa "˜vacío que ocupa un hueco", y procede del verbo χÎñίνω, "˜abrirse de par en par", y éste del indoeuropeo *ghen-, *ghn-. También se le llamaba Aéªr (Αηρ, "˜aire").

Tabla de contenidos

Teogonía

Según la Teogonía ("˜origen de los dioses") de Hesíodo, el Caos fue el primer dios elemental antiguo en surgir en la creación del universo. Tras él surgieron rápidamente Gea (la Tierra), Tártaro (el Infierno) y Eros (el Deseo que trae la vida). Aunque así se narra en la Teogonía, es frecuente sin embargo cometer el error de considerar a estas deidades descendientes del Caos.

El Caos era la atmósfera más próxima a la tierra: aire, vapor y niebla (su nombre significa vacío o hueco, pues ocupaba el espacio entre el cielo y la tierra). El Caos (que en griego era femenino) era la madre o la abuela de otras deidades incorpóreas de aire: Nix (la Noche), érebo (la Oscuridad), éter (la Luz), Hemera (el Día) y varios daimones. También era una diosa del destino junto con su hija Nix y sus nietas las Moiras.

De esta forma, justo al comienzo de su historia, Hesíodo establece las deidades relacionadas con cada elemento conocido por el hombre, empezando por los elementos primordiales: la Tierra, el Cielo estrellado, el Mar.

La Teogonía presenta dos formas de llegar a la vida: bien por división (Gea, Nix), bien por apareamiento. Después de Gea, casi todas las deidades nacidas por división son conceptos negativos (la Muerte, el Dolor, el Sarcasmo, el Engaéño, etcétera) y casi todas ellas son engendradas por Nix. A partir de aquí se establece el modelo para la reproducción, con la intervención de dos entidades, masculina y femenina, como aparece en el mundo divino en respuesta a la sociedad humana. Así que la primera respuesta del mito a la pregunta *«*¿Cuál es la causa de esto?*» resulta ser *«éste es el padre y ésta la madre*». Además, todas las deidades generadas por división casi nunca se alían con las de linaje varón-mujer.

A diferencia de Hesíodo, la tradición órfica consideraba a Caos descendiente de Chronos y Ananké.

Características

En su obra Las metamorfosis, Ovidio describió al Caos como *«una masa bastante cruda e indigesta, un bulto sin vida, informe y sin bordes, de semillas discordantes y justamente llamada Caos*», definición que no coincide con la original ("˜vacío que ocupa un hueco"), pero que ha estado en uso desde entonces, hasta llegar al actual significado familiar de "˜completo desorden". Por ejemplo, los astrónomos usan la palabra *«Caos*» en los topónimos de Marte para indicar un "˜área de terreno con fallas desordenadas".

El Caos presenta tres características principales:

  • Es un abismo sin fondo donde todo cae eternamente: la Tierra que emergerá de él para ofrecer un suelo estable contrasta radicalmente con el Caos.
  • Es un lugar sin ninguna posible orientación, donde todo cae en todas las direcciones.
  • Es un espacio que separa, que divide: después de que la Tierra y el Cielo se separen, el Caos permanece entre ambos.

Caos primordial

En la antigua cosmología griega el Caos era la primera cosa que existió y la matriz de la cual surgió todo. Para Hesíodo y los mitos olímpicos el Caos es el *«vasto y oscuro*» vacío del que surgió la primera deidad, Gea. En el mito pelasgo de la creación Eurínome (la "˜diosa de todo") surgió de este Caos y creó el Cosmos a partir de él. Para los órficos era llamado el *«vientre de la oscuridad*» del que surgió el huevo cósmico que contenía el Universo, a veces mezclado con la *«negra noche alada*».

La idea también se encuentra en Mesopotamia y relacionada con Tiamat, el *«dragón*» del Caos, a partir de cuyo desmembrado cuerpo se formó el mundo.

A veces se dice que el Caos primordial es la verdadera fundación de la realidad, particularmente por filósofos como Heráclito y los de la escuela ófica. Era lo opuesto al platonismo. Era también probable que Aristóteles lo tuviese en mente cuando desarrolló el concepto de Prima Materia en su intento por combinar a Platón con los presocráticos y los naturalistas. Fue un concepto heredado por la teoría de la alquimia.

Más recientemente ha sido revivido en la Magia del Caos.

Referencias

Enlaces externos

11 abril, 2006

el mito de lilith

Ayer publicaban en el periodico (Manuel Vicent) que la palabra Dios procede fonéticamente de un vocablo sumerio que identificaba el miedo instintivo. El miedo que tienen los niños del coco. Me encantaría enlazar esto con el mito de Lilith, la eva dioscura. Me he encontrado esto en la web de la manticora:

Lilith : La Luna negra

Lilith aparece como un demonio femenino en la mitología sumeria y algunos creen que ella es la Reina de Sheba y la mujer que llevó el bebé al Rey Salomón.

Según consta en la literatura hebrea, Lilith fue la primera esposa de Adán. Estaba hecha con arcilla, igual que él. Era hermosa y libre. Hasta el punto de que se quejó de tener que yacer con Adán siempre debajo: "Fuimos creados iguales, y debemos hacerlo en posiciones iguales". Cansada de que Dios no atendiera sus reivindicaciones, se fue del Paraíso. Entonces Adán recibió una nueva compañera, Eva, creada a partir de una de sus costillas, y por lo tanto sumisa.
A partir de esta narración, a Lilith se le ha considerado la reina de los súcubos (demonios femeninos), por alinearse en el bando enemigo de Dios al marcharse del Paraíso. Y de ahí se ha pasado a suponerla una perversa ninfómana, que seduce a los hombres con maestría para estrangularlos después.
Esa condición diabólica de Lilith le ha llevado a ser también la Reina de los Vampiros. No sólo mantiene relaciones sexuales con hombres a los que después asesina, sino que también se alimenta de su sangre. Es en esa encarnación donde Lilith se asimila a diferentes divinidades y monstruos femeninos presentes en la mitología clásica: Lamia, Empusa y las lamias, hijas de Hécate, diosa de la brujería; las harpías y las estriges, también macabras visitantes nocturnas; las harpías, ayudantes de las erinias o furias; las moiras o parcas, las grayas y las gorgonas, siniestras ancianas habitantes de los infiernos. En todas estas figuras se repiten las alusiones a muerte de hombres y niños.
Otras referencias mitológicas afines a Lilith se pueden encontrar en la Brunilda de los Nibelungos, o en la diablesa babilonia Lilu. La misma Reina de Saba de Salomón es un trasunto de Lilith. Etimológicamente viene del hebreo layil, (noche), y aparece representada como un demonio nocturno peludo o como una mujer de cabellos muy largos.
En la Biblia aparece una fugaz alusión a Lilith. En Isaías 34,14 se explica con todo detalle cómo Dios con su espada mata a todos los habitantes de Edom, lugar poblado por enemigos acérrimos de los judíos, y que allí quedan como dueños y señores los animales. Buitres, serpientes... y Lilith. "También allí Lilith descansará y hallará para sí lugar de reposo". Lilith ha sido traducido por lechuza o ardilla, evitando toda referencia a la figura precedente de Eva. En nota al pie se hace constar: "Los hebreos creyeron que significaba un ser diabólico, en forma femenina, noctívago, espantajo de la fantasía popular".
Las variaciones del mito llevan a Lilith a convertirse en seductora de los propios hijos de Adán y Eva (abordando a Caín con palabras de consuelo y reposo tras la muerte de Abel), o a asimilarla con la propia serpiente del Paraíso (como en los frescos de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina). Un relato de Primo Levi nos recuerda que Lilith es la amante del mismo Dios creador, y que vive en el Mar Rojo comandando una corte de demonios. Y otra tradición afirma que Samael, luego Satán, el ángel caído, se convierte en pareja de Lilith, e incluso que juntos seducen a Eva para que engendre a Caín.

Lilit

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Lilit es una figura legendaria de la mitología (o del folclore) judeocristiano: la primera esposa de Adán, anterior a Eva, y como un demonio que raptaba a los niños en sus cunas por la noche, madre de los súcubos. Se la representa con el aspecto de mujer muy hermosa, con el pelo largo y rizado, generalmente pelirroja, y a veces alada. Podría ser una interpretación metafórica sobre la existencia del primer grupo de nuevos humanos Homo sapiens sapiens, que la leyenda nombra como Adán y Eva, pero que en realidad era un colectivo. Lilit sería un demonio nocturno mesopotámico con tendencia a asesinar niños. Se considera que existe una conexión entre Lilit e Inanna, la diosa sumeria de la guerra y el placer sexual. También podría estar relacionada con el mito griego de Lamia, una reina libia que mantuvo relaciones con Zeus; después de que Zeus la abandonara, Hera robó sus hijos, por lo que ella se vengó robando los hijos de otras mujeres.

Tabla de contenidos

Lilit en la mitología mesopotámica

Su nombre original en acadio es Lilitu, que proviene de la palabra lil, que significa ‘viento’, ‘aire’ o ‘espíritu’. En la mitología acadia pertenece a la misma clase de demonios que Lilu, Ardat Lili e Idlu Lili. Su traducción al hebreo como ????? posiblemente dio origen a una confusión de términos, pues ??? en hebreo significa ‘noche’ en vez de ‘aire’. Sólo se han encontrado breves referencias de ella en el libro de Isaías y en la tradición talmúdica, son las que han llegado hasta nuestros tiempos.

Lilit en la mitología hebrea

Lilit en la Biblia

La única mención expresa en el Antiguo Testamento de dicha criatura aparece en Isaías 34:14: ????? ???? ??????? ????? ??????? ???? ????? ?????? ????? ????? ?? ????? Que es traducida en la versión de la Biblia de Jerusalén como: «Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilit y en él encontrará descanso». Compárese con otras traducciones, como la de de Nácar-Colunga, donde Lilit (?????) se traduce por Lamia: «Y las bestias monteses se encontrarán con los gatos cervales, y el peludo gritará a su compañero: la lamia también tendrá allí asiento, y hallará para sí reposo». Otras versiones, en fin, traducen el término como ‘criatura nocturna’ o ‘lechuza’.

La leyenda de Lilit

El origen de la leyenda hebrea de Lilit como primera mujer de Adán proviene de una interpretación de Génesis 1, 27. Antes de explicar que el Dios Yahvé dio a Adán una esposa llamada Eva a partir de su costilla, el texto dice: «Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo Creó; hombre y mujer los creó». Si bien esto puede ser debido a que el Génesis explica dos veces la creación del hombre (la segunda en Génesis 2:4-25). En cualquier caso, la presencia de Lilit en la mitología hebrea se demuestra por la tradición judía de poner un amuleto alrededor del cuello de los niños recién nacidos, con el nombre de tres ángeles que los protegen de las lilim, hijas mitológicas de Lilit y Adán y súcubos asesinos de niños. Según el Génesis 1, 26-28, Dios creó al hombre y a la mujer a su propia imagen el sexto día, dándoles el dominio del mundo. Pero el Génesis Rabba, midrás sobre el libro del Génesis, recopilado en el siglo V en Palestina (según la edición crítica de J. Theodor y H. Albeck), señala que Eva no existía todavía. Entonces el Dios Yahvéh había dispuesto que Adán diese nombre a todas las bestias, aves y otros seres vivientes. Cuando desfilaron ante él en parejas, macho y hembra, Adán —que ya era un hombre de veinte años— sintió celos de su amor, y aunque copuló con cada hembra por turnos, no encontró satisfacción en el acto. Por ello exclamó: «¡Todas las criaturas tienen la pareja apropiada, menos yo!», y rogó al Dios que remediara esa injusticia. Según el Yalqut Reubeni (colección de comentarios cabalísticos acerca del Pentateuco, recopilada por R. Reuben ben Hoshke Cohen (muerto en 1673) en Praga:
Yahvéh formó entonces a Lilit, la primera mujer, del mismo modo que había formado a Adán, aunque en lugar de polvo puro utilizó excremento y sedimentos. De la unión de Adán con este demonio-hembra, y con otra parecida llamado Naamá, hermana de Túbal Caín, nacieron Asmodeo e innumerables demonios que todavía atormentan a la humanidad. Muchas generaciones después, Lilit y Naamá se presentaron ante el tribunal de Salomón disfrazadas como rameras de Jerusalén. Adán y Lilit nunca hallaron armonía juntos, pues cuando él deseaba tener relaciones sexuales con ella, Lilit se sentía ofendida por la postura acostada que él le exigía. «¿Por qué he de acostarme debajo de ti? —preguntaba—: yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual»- Como Adán trató de obligarla a obedecer, Lilit, encolerizada, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó por los aires y lo abandonó. Saliendo del Edén fue a dar a las orillas del Mar Rojo (hogar de muchos demonios). Allí se entregó a la lujuria con éstos, dando a luz a los lilim, que eran seres cubiertos de pelos. Cuando tres ángeles de Dios fueron a buscarla, ella se negó aduciendo que era una pecadora. Por lo cual le fueron muertos cien hijos al día. Desde entonces las tradiciones judías medievales dicen que ella mata a todo niño menor de ocho días (incircunciso aún). También se dice que Lilit, una vez fue encontrada por el desterrado Arcángel Samael posteriormente denominado Satanás, bajo a los infiernos y allí fueron pareja.
El novelista italiano de origen judío Primo Levi pone en boca de uno de sus personajes esta visión de Lilit:
A ella le gusta mucho el semen del hombre, y anda siempre al acecho de a ver dónde ha podido caer (generalmente en las sábanas). Todo el semen que no acaba en el único lugar consentido, es decir, dentro de la matriz de la esposa, es suyo: todo el semen que ha desperdiciado el hombre a lo largo de su vida, ya sea en sueños, o por vicio o adulterio . Te harás una idea de lo mucho que recibe: por eso está siempre preñada y no hace más que parir.
Primo Levi, Lilít y otros relatos, Barcelona. Edicions 62, 1989, p. 24.

Otras leyendas

Otras leyendas apuntan a que Yahvé creó a Adán y Lilit como un andrógino unidos por la espalda. Más tarde los separó y ocurrieron los hechos explicados anteriormente. Se le ha encontrado cierta semejanza a Lilith con las Xanas (Janas: Dianas) astures y las lamias del folklore vasco, aquellos seres similares a las hadas, a las ninfas y a criaturas de la Naturaleza semejantes, servidoras y a veces representantes de la propia Diosa Mari (la Gran Madre y también la Madre Tierra), que castigan y premian a los humanos (uno de sus regalos favoritos es la posibilidad de transmutar el carbón o paja de sus favorecidos en oro); que habitan en montañas, cavernas, cuevas y oquedades diversas, así como en manantiales y fuentes; y que a menudo aparecen hilando o alisando su largo cabello con unos peines de oro que semejan la media luna, o recorren los cielos, aureolada su cabeza con el blanco resplandor de la luna llena, o bien cruzan el firmamento portando una hoz de oro mientras arrastran consigo las tempestades y se envuelven en unas lenguas de fuego que desdibujan y afilan sus miembros inferiores. Además, se ha equiparado a Lilith con seres semejantes a las ondinas o a las nereidas, imaginándosela entonces con la parte inferior de su cuerpo correspondiendo a un animal acuático, tanto un pez como una serpiente marina. Se la ha asociado, aun, con serpentinas figuras infernales de torso humano similares a la Equidna griega o a otras habitantes del mundo inferior (la mansión de los muertos, el inframundo y también el inconsciente) como Hécate, por ejemplo, provocadoras de pesadillas, portadoras de terrores nocturnos, generadoras de espanto y relacionadas con los vínculos que se ansían pero que aprisionan, con la fuente del deseo, con la fuerza de las pulsiones, con la intensidad de los motivos humanos íntimos que instan a su satisfacción y que pueden llegar a ser destructivos. (Resaltemos aquí el hecho de que, entre su mucha descendencia monstruosa, como el Can Cerbero, guardián del Hades, Equidna fue la madre del buitre que ha de devorar por toda la eternidad las entrañas de Prometeo encadenado al Cáucaso). Hay que señalar que Lilith en algunos aspectos está vinculada con todas las Diosas Madres que conllevan un matiz de oscuridad, que reinan sobre los elementos (riquezas incluidas) del mundo subterráneo y que se relacionan con el aspecto vida y muerte de las cosas. Son cuna y sepulcro, principio y fin. Por último, no olvidemos que Lilith es representada popularmente como una seductora mujer, sin más vestido que su propia piel, provista de abundante pelo rizado (rojo por más señas) que se extiende como un manto a su alrededor; y que tiene por costumbre sentarse sobre la concavidad de la media luna. Se trata de la luna oscura, que aparece visible al tercer día de la luna nueva en el horizonte oeste, mostrando una breve franja de luz arqueada, permitiéndonos contemplar las sombras que envuelven al resto de la esfera.

Influencia cultural

Lilith es usada en la serie japonesa Neon Genesis Evangelion donde ella es el comienzo de la vida tras llevarse a cabo la voluntad de Dios. Los humanos por naturaleza se rehusan a seguir su destino de muerte así que capturan a Lilith. La figura y leyenda de Lilit y sobre todo su rebelión hacia Adán ha llevado a algunas feministas (feminismo radical, feminismo anarquista, etc.) a ubicarla como un símbolo de la liberación sexual y de la lucha contra el patriarcado, así como de la mujer orgullosa y altiva. En un aspecto que se aproxima a lo mitológico, es por algunos considera la primera vampiresa y por eso admirada por la subcultura goth y el vampirismo, exaltando características similares a aquellas que valoran las feministas. El cantante canario Pedro Guerra le decicó una canción llamada Lilith. El escritor C.S. Lewis en sus novelas Las Crónicas de Narnia menciona que la malvada reina Jadis del reino de Charn desciende de Adán y Lilit. Como se puede ver en el libro El león, la bruja y el armario, en su capítulo 8:
—A ella le gustaría que lo creyeramos —respondió él—, y en eso basa su pretensión de ser reina. Pero no es hija de Eva. Desciende de la primera esposa de vuestro padre Adán —aquí el señor castor realizó una inclinación de cabeza—, aquella a la que llamaban Lilith, y que pertenecía a la raza de los genios. De ahí es de donde proviene ella por una parte, y por la otra, de los gigantes. No, no, no existe ni una gota de sangre humana en la bruja.
— Por eso es mala de los pies a la cabeza, señor castor —corroboró su esposa.

Bibliografía

  • Graves, Robert y Raphael Patel, Los mitos hebreos [Hebrew Miths: The Book of Genesis, 1964]. Madrid: Alianza Editorial, 2000.
  • Theodor, Julius (1849-1923) y Chanoch (Hanokh) Albeck (1890-1972): Bereschit Rabba: mit kritischem Apparat und Kommentar [1912], dos volúmenes. Berlín: Pöppelmann, 1927.

Enlaces externos


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